jueves, 16 de julio de 2009

¿El final de la "leyenda roja"?

Por Diego G.O.

35 partidos invicto, 15 victorias consecutivas, una Eurocopa, el club multicampeón del año como base, la selección más cara en fichajes de la historia, y un rival inferior sobre el papel, y al que había derrotado poco más de un año atrás. ¿Datos suficientes para pronosticar un favorito? Sí.

Lamentablemente para la selección española, las estadísticas no marcan goles, ni evitan los contrarios. Hablo de la sorpresa de la Copa Confederaciones de la Fifa cuyo resultado dejó como saldo a la selección dirigida por Vicente del Bosque eliminada en semifinales, y a la inesperada Estados Unidos tomando un lugar en la final del certamen, la misma a la que todos los españoles en la cancha, en los micrófonos, en las gradas y en sus casas; confiaban llegar sin problemas.

Y es que, como bien lo dijo el escritor Baltasar Gracián, "la confianza es madre del descuido", y ella, la confianza, tampoco gana partidos. "Todo en exceso es malo", suele decir mi madre, y tal refrán parecía aplicar en el Free State Stadium de Bloemfontein, al ver la impotencia de "la leyenda roja", que ya desde el nombre sugerido por el periodismo local, ha demostrado una sensación de superioridad desmedida e insostenible.

Similar fue el caso de Italia, sí, la campeona del mundo, sí, la misma de Buffon, Gattuso, Pirlo, Cannavaro y compañía; también rezagada por la nunca favorita campeona de la Concacaf. Los de la azzurra llegaron a la cima de la montaña en 2006 y allí se estancaron, como congelados en el tiempo, con otras selecciones alcanzándoles y dejándoles atrás, en Europa y en el mundo, con pobres resultados desde entonces como consecuencia.

Entonces, ¿dónde comienzan los límites? ¿Desde qué punto la confianza y el éxito se convierten en un factor adverso y hasta qué punto es viable aprender a manejarlo y mantenerlo a favor? y ¿cuánto alcance tienen estas situaciones más allá del fútbol?

En mi humilde opinión, cuando alcanzamos la meta, debemos parar ahí y descansar, para trazarnos unas nuevas e ir por ellas, sin detenernos, porque cuando lo hagamos, alguien no lo hará y nos dejará atrás.