Por: Diego G.O.
El fútbol es una muestra clara de la inmediatez y la presión en que vive la sociedad moderna, algunos están esperando que su equipo o su selección esté en la cima; siempre dándole alegrías todo el tiempo, exigiendo resultados favorables permanentemente, sin lugar al fracaso, sin espacio para los errores.
Afrontar cada partido como si fuera el último, esperando siempre una victoria es el interés de jugadores, cuerpos técnicos, directivos, patrocinadores e hinchas; sin embargo, es también el resultado del sistema establecido que ha instituido premisas como "todos los puntos cuentan" o "por un gol se pierde una clasificación", gracias a la forma de jugarse de los campeonatos.
En la primera división en Colombia, por ejemplo, antiguamente se jugaba un único torneo que duraba un año, con un único campeón. A partir de 2002, debido a la baja afluencia de público a los estadios antes de las finales, se decidió realizar un torneo apertura y un finalización, con duración de un semestre cada uno. El campeón se decide tras enfrentar a los 8 mejores clasificados durante la fase de todos contra todos, en dos cuadrangulares. Los dos ganadores van por el título.
Así han llenado los estadios en dos épocas del año, también han surgido muchos equipos "chicos" que son protagonistas una temporada, venden a sus estrellas y desaparecen; relegados por los anteriores, otros equipos fracasan y cambiando jugadores y cuerpo técnico, desaparecen, y hay repercusiones en los torneos internacionales, pues estos fugaces equipos se enfrentan a escuadras con una mayor trayectoria, con mejores o peores resultados, igual rápidamente desaparecen.
El tener que superar las distintas etapas para llegar a las distintas instancias hace que se mantenga una emoción permanente, que cada punto y cada partido sea importante, que los equipos y sus seguidores vayan a cada partido con la mentalidad de "vencer o morir".
¿Qué se ha perdido?
Atrás quedaron 9 meses de espera en los cuales únicamente se jugaba con estadios semivacíos, por acumular puntos y esperando el remate de la temporada para definir quién era el mejor equipo.
Atrás quedaron también aquellos equipos memorables que prometían gestas increíbles a nivel internacional, aquellas máquinas de fútbol que deleitaban hinchas, llenaban páginas y recordaban los periodistas por su trayectoria, aquellos que marcaban una época y atraían a la gente.
Atrás quedaron aquellas selecciones con una base sólida, con jugadores que se conocían entre sí y que prometían... y que clasificaban a los mundiales. ¿Por qué? Porque se perdió la preparación y la planeación a futuro y se decidió premiar la irregularidad, hacer más pequeños y menos duraderos los fracasos y fomentar el éxito efímero y con menos sudor... y así nos va.