viernes, 28 de agosto de 2009

El efímero éxito del fútbol colombiano

Por: Diego G.O.

El fútbol es una muestra clara de la inmediatez y la presión en que vive la sociedad moderna, algunos están esperando que su equipo o su selección esté en la cima; siempre dándole alegrías todo el tiempo, exigiendo resultados favorables permanentemente, sin lugar al fracaso, sin espacio para los errores.

Afrontar cada partido como si fuera el último, esperando siempre una victoria es el interés de jugadores, cuerpos técnicos, directivos, patrocinadores e hinchas; sin embargo, es también el resultado del sistema establecido que ha instituido premisas como "todos los puntos cuentan" o "por un gol se pierde una clasificación", gracias a la forma de jugarse de los campeonatos.

En la primera división en Colombia, por ejemplo, antiguamente se jugaba un único torneo que duraba un año, con un único campeón. A partir de 2002, debido a la baja afluencia de público a los estadios antes de las finales, se decidió realizar un torneo apertura y un finalización, con duración de un semestre cada uno. El campeón se decide tras enfrentar a los 8 mejores clasificados durante la fase de todos contra todos, en dos cuadrangulares. Los dos ganadores van por el título.

Así han llenado los estadios en dos épocas del año, también han surgido muchos equipos "chicos" que son protagonistas una temporada, venden a sus estrellas y desaparecen; relegados por los anteriores, otros equipos fracasan y cambiando jugadores y cuerpo técnico, desaparecen, y hay repercusiones en los torneos internacionales, pues estos fugaces equipos se enfrentan a escuadras con una mayor trayectoria, con mejores o peores resultados, igual rápidamente desaparecen.

El tener que superar las distintas etapas para llegar a las distintas instancias hace que se mantenga una emoción permanente, que cada punto y cada partido sea importante, que los equipos y sus seguidores vayan a cada partido con la mentalidad de "vencer o morir".

¿Qué se ha perdido?

Atrás quedaron 9 meses de espera en los cuales únicamente se jugaba con estadios semivacíos, por acumular puntos y esperando el remate de la temporada para definir quién era el mejor equipo.

Atrás quedaron también aquellos equipos memorables que prometían gestas increíbles a nivel internacional, aquellas máquinas de fútbol que deleitaban hinchas, llenaban páginas y recordaban los periodistas por su trayectoria, aquellos que marcaban una época y atraían a la gente.

Atrás quedaron aquellas selecciones con una base sólida, con jugadores que se conocían entre sí y que prometían... y que clasificaban a los mundiales. ¿Por qué? Porque se perdió la preparación y la planeación a futuro y se decidió premiar la irregularidad, hacer más pequeños y menos duraderos los fracasos y fomentar el éxito efímero y con menos sudor... y así nos va.

jueves, 20 de agosto de 2009

El cambio de técnico, ¿pócima mágica?

Por: Diego G.O.

En las últimas seis temporadas, de los 18 equipos que han descendido a la segunda división del futbol en España, 17 han cambiado a sus entrenadores durante la competencia, algunos hasta en dos (Celta 2003/04: Lotina, Antic y la dupla Carnero-Sáez) y tres ocasiones (Zaragoza 2007/08: Fernández, Garitano, Irureta y Villanova).

En la inmensa mayoría de los casos, los argumentos utilizados para realizar el relevo de los técnicos han sido los malos resultados, indicador de la visión simplista de algunos dirigentes, quienes llegan a ver la figura del entrenador como el responsable de todos los males del club.
Cabe anotar que con la temporada en marcha siempre será más fácil relevar a un hombre, que a once, sobre todo cuando ese uno ni siquiera ingresa a la cancha, más aún, cuando cambiar a alguno o algunos de esos once puede causar una división interna. Siempre será más fácil evitar ver al plantel y sí mirar hacia arriba... pero no demasiado, porque los directivos de los equipos, quienes toman las decisiones finales, no se van a echar la soga al cuello a sí mismos.

Finalmente es mucho más sencillo y rápido - pues la presión del factor tiempo aqueja - reemplazar una pieza por otra, que detenerse a analizar en cada caso cuáles son las posibles causas del bajo rendimiento y diseñar una solución más precisa, especialmente si esta última se plantea en el hoy impensable largo plazo.

Estos factores convierten al entrenador en el hombre más fácil de cambiar, lo cual no garantiza el éxito y en cambio sí pone en peligro el hallazgo de la solución óptima, dado que los malos resultados pueden tener muchas raíces: equipos mal diseñados desde un comienzo con escasas o erradas contrataciones (responsabilidad del entrenador en algunas ocasiones) bajas de jugadores importantes y ausencia de reemplazos de peso, una mala planificación... estos y otros son problemas que aquejan a los clubes y que difícilmente pueden ser solucionados con una temporada en curso y muchos requieren un cambio drástico en las plantillas, otros, un sacudón estructural desde arriba. En estos casos el cambio de técnico sólo servirá para poner el nombre del equipo en la prensa.

El efecto

Cuando un nuevo entrenador llega a un equipo, lo ideal es generarle una motivación a través de nuevos aires, lo cual puede ser un insumo positivo cuando existen discusiones internas, cuando el plantel está partido, hay problemas de disciplina o cuando simplemente los jugadores "no le caminan" a un técnico, y esto último lo demuestran tantas escuadras que sin cambiar una sola cara en la cancha, sí cambian la actitud y los marcadores de una semana a la siguiente.

Cambiar la forma de juego es una solución más económica que transferir jugadores, y es válida cuando un equipo que lleva mucho tiempo jugando a lo mismo, empieza paulatinamente a caer en las tablas de posiciones y su fútbol se vuelve predecible para sus rivales, dejándole fuera de la dinámica ganadora del momento. Y una cabeza diferente necesariamente llegará con una idea táctica distinta, aunque al terreno salten los mismos once.

Y claro, hay que mencionar los atípicos casos en que un técnico viene a llenar el vacío dejado por otro que se marcha repentinamente por un contrato mejor, por desaveniencias con los directivos o problemas de índole personal o extrafutbolísticos.

Son pocos los casos en que un cambio de entrenador a mitad de temporada han generado un cambio favorable y prolongado en el resultado de un equipo, un ejemplo reciente fue la remontada del Español tras la llegada de Pochettino al banquillo. Su similar del Barcelona, Pep Guardiola, declaró en enero: "La llegada de Pochettino motivará al Espanyol", y al parecer no se equivocó, y su clásico rival regional escaló 10 posiciones en ocho jornadas, alejándose del descenso.

La cercanía del argentino con sus compañeros generó un mayor compromiso y su visión reciente y diferente del fútbol le cambió la cara al equipo escribiendo un final de campeonato afortunado. No obstante, lo más común es tener un buen arranque y luego desgastarse nuevamente: efecto "escoba nueva barre bien", como reza el adagio. Lo otro que sucede es que los equipos que estrenan técnico por el camino, vienen tan quedados que no les alcanza para obtener lo pretendido al inicio del año deportivo. No fue el caso del once de Mont Juic. En este caso el diagnóstico fue adecuado y la solución ejecutada fue acorde al problema del equipo.

Sin embargo, una alteración de este tipo en el seno de un equipo ya formado generalmente implica el inicio de un nuevo proceso, significa el acople de los jugadores a la nueva mentalidad, orden y estilo de juego que pretenda instituir el DT que llega, y en consecuencia la toma de un tiempo para ello, un lapso en el cual debe entenderse que el éxito no sea una garantía; "regalar unos partidos", diríase en el argot popular, durante la reorganización, mientras los demás dan todo. En una liga como la española, es un lujo que no todos se pueden dar, uno que algunos pagan perdiendo títulos o alejándose de las vitrinas internacionales, y muchos otros no tan afortunados, con el descenso.

jueves, 16 de julio de 2009

¿El final de la "leyenda roja"?

Por Diego G.O.

35 partidos invicto, 15 victorias consecutivas, una Eurocopa, el club multicampeón del año como base, la selección más cara en fichajes de la historia, y un rival inferior sobre el papel, y al que había derrotado poco más de un año atrás. ¿Datos suficientes para pronosticar un favorito? Sí.

Lamentablemente para la selección española, las estadísticas no marcan goles, ni evitan los contrarios. Hablo de la sorpresa de la Copa Confederaciones de la Fifa cuyo resultado dejó como saldo a la selección dirigida por Vicente del Bosque eliminada en semifinales, y a la inesperada Estados Unidos tomando un lugar en la final del certamen, la misma a la que todos los españoles en la cancha, en los micrófonos, en las gradas y en sus casas; confiaban llegar sin problemas.

Y es que, como bien lo dijo el escritor Baltasar Gracián, "la confianza es madre del descuido", y ella, la confianza, tampoco gana partidos. "Todo en exceso es malo", suele decir mi madre, y tal refrán parecía aplicar en el Free State Stadium de Bloemfontein, al ver la impotencia de "la leyenda roja", que ya desde el nombre sugerido por el periodismo local, ha demostrado una sensación de superioridad desmedida e insostenible.

Similar fue el caso de Italia, sí, la campeona del mundo, sí, la misma de Buffon, Gattuso, Pirlo, Cannavaro y compañía; también rezagada por la nunca favorita campeona de la Concacaf. Los de la azzurra llegaron a la cima de la montaña en 2006 y allí se estancaron, como congelados en el tiempo, con otras selecciones alcanzándoles y dejándoles atrás, en Europa y en el mundo, con pobres resultados desde entonces como consecuencia.

Entonces, ¿dónde comienzan los límites? ¿Desde qué punto la confianza y el éxito se convierten en un factor adverso y hasta qué punto es viable aprender a manejarlo y mantenerlo a favor? y ¿cuánto alcance tienen estas situaciones más allá del fútbol?

En mi humilde opinión, cuando alcanzamos la meta, debemos parar ahí y descansar, para trazarnos unas nuevas e ir por ellas, sin detenernos, porque cuando lo hagamos, alguien no lo hará y nos dejará atrás.